Desigualdad y pobreza. El país de Donald Trump

A menudo se afirma que la economía estadounidense es un modelo a seguir por la “vieja y desnortada” Europa.

Ya antes del estallido de la crisis este era un mantra muy utilizado en los círculos académicos, mediáticos y políticos. Lejos de evaluar las ventajas e inconvenientes de las economías situadas a ambos lados del atlántico, quienes argumentaban en estos términos pretendían justificar la necesidad de implementar en Europa las políticas neoliberales que en su opinión tan buenos resultados daban en Estados Unidos; muy especialmente las que apuntaban al mercado de trabajo, exigiendo su desregulación (flexibilización, utilizando un eufemismo muy recurrente). Sigue leyendo

¡Hablemos de desigualdad!

En los últimos años han visto la luz un buen número de publicaciones –algunas de ellas lanzadas desde organismos y agencias internacionales de indudable tono conservador- centradas en la desigualdad. Advierten sobre su continua progresión y sus negativas consecuencias sobre el funcionamiento de las economías, proponiendo medidas encaminadas a corregir o, al menos, suavizar este fenómeno. Sigue leyendo

España, a la cabeza…de lo malo

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) acaba de publicar un interesante informe, “In it together. Why less inequality benefits all”, que confirma lo que ya sabíamos por otros muchos estudios: la desigualdad ya era importante antes del crack financiero, cuando las economías crecían a buen ritmo; ha subido con fuerza durante los años de crisis, especialmente a partir de 2010; y, lejos de mitigarse con el retorno al (todavía modesto) crecimiento, sigue su curso. Sigue leyendo

¿Qué redistribución?

Cuando se plantea la relación entre modelo económico y modelo distributivo, dos cuestiones pueden ayudarnos a situar el tema La primera, ¿deberíamos ceñirnos al modelo económico que surge de la crisis o al que existía antes de que ésta irrumpiera? La segunda, ¿qué cabe entender por “modelo económico”? Dependiendo de cómo sean contestadas ambas preguntas, el rumbo de la argumentación puede ser muy diferente.

Apenas hay espacio para explorar ambos interrogantes, pero, por su gran trascendencia, sí conviene mencionar que los modelos distributivos, antes de la crisis, ya adolecían de notables deficiencias, como ilustra el hecho de que en España, y en otros países comunitarios, tanto la desigualdad como la pobreza aumentaran, en un contexto, por lo demás, de relativo auge económico. Sigue leyendo

Seguimiento del indicador de riesgo de pobreza y exclusión social en España 2009-2013

Texto publicado por Juan Carlos Llanos, El Estado de la Pobreza, 4º informe. EAPN España, Enero de 2015

El trabajo se basa en la evolución del indicador AROPE (At Risk of Poverty and/of Exclusion), que, frente a otros ratios, tiene la virtud de considerar diferentes variables integradas en tres planos: población que vive por debajo del umbral de la pobreza, que padece situación de privación material o con baja intensidad de trabajo por hogar. El texto da cuenta de la degradación social que ha experimentado España durante los años de crisis –nuestro país se encuentra entre los más desiguales de la Unión Europea-, que esta deriva tiene a enquistarse y que en modo alguno cabe apelar al crecimiento para revertirla. Se describe un escenario que pone de manifiesto con total claridad que los costes de la crisis se están distribuyendo de manera desigual, que afecta a los de siempre pero que también arrastra a capas de población que antes disfrutaban de un estatus relativamente confortable.

Trabajadores y pobres

La proporción de trabajadores que se encontraban situación de pobreza era en 2013 del 11,7%. Un dato más que añadir al desolador panorama que ofrecen la economía y la sociedad española, marcado por la continua y creciente degradación de las condiciones de vida de buena parte de la población… aunque para Rajoy y sus ministros y para los políticos del Partido Popular “las cosas empiezan a ir mejor” y “España es un ejemplo para Europa”.

No me detendré en la desvergüenza, el cinismo y hasta el odio hacia los que sufren contenido en estas expresiones o similares (me viene a la memoria el improperio de aquella “señorita” del PP de cuyo nombre no quiero acordarme: “¡Qué se jodan!”). Sí quiero reparar, sin embargo, en el profundo alcance y significado del elevado porcentaje de trabajadores que reciben una remuneración que les sitúa cerca o por debajo del umbral de la pobreza. Sigue leyendo