Tertulianos y competitividad

Hace poco escuchaba en la cadena SER al tertuliano Eduardo Madina, exdiputado del Partido Socialista Obrero Español, candidato derrotado a la secretaría general de este partido, ahora reciclado, como otros muchos dirigentes políticos, a una empresa privada, en calidad de director de la unidad de análisis y estudios de Kreab España (las puertas que unen los grandes negocios y la política, girando sin cesar). Sigue leyendo

La competitividad no es sólo un problema de Alemania

Acaba de conocerse la noticia de que el Producto Interior Bruto de la economía alemana ha retrocedido en el segundo trimestre del año. Se abre, todavía tímidamente, un debate acerca de la viabilidad y la consistencia del “modelo económico alemán”, cuyo motor ya presentaba evidentes signos de debilidad en los últimos años. Un debate muy necesario, sobre el que, hasta el momento, se había pasado de puntillas en Europa. Resultaba mucho más cómodo, y rentable para las elites económicas y políticas, cargar con toda la artillería contra las “despilfarradoras e ineficientes” economías del sur.

Son numerosos y muy relevantes los asuntos a tratar al respecto de los fundamentos y la evolución de la economía alemana, pero los voy a dejar para otro momento. En las líneas que siguen propongo una reflexión sobre uno de los ejes centrales de esa economía, que, en un sentido más amplio, forma parte de las verdades indiscutibles del pensamiento económico dominante: el objetivo de la competitividad. Objetivo que, de manera resumida, consiste en vender más y disputar a nuestros socios o rivales cuotas de mercado. Un par de observaciones al respecto.

En primer lugar, la competitividad -tanto la que se alimenta de precios bajos, como la que se nutre de las innovaciones tecnológicas y de la oferta de bienes y servicios de calidad- esta anclada en la lógica del crecimiento. Un crecimiento que, como sabemos (o deberíamos saber), ha encendido todas las luces rojas de la insostenibilidad. No importa, se sigue apostando por un modelo que, en todas sus versiones, utiliza una gran cantidad de materiales y energía, cada vez más escasos y que, por esa razón, están y estarán en el origen de todo tipo de conflictos, donde, como siempre, los más pobres tienen todas las de perder; un modelo que, como proclama la inmensa mayoría de la comunidad científica, ya está teniendo efectos devastadores y posiblemente irreversibles sobre el cambio climático. El planteamiento sobre el binomio competitividad/crecimiento se intenta aderezar con propuestas referidas a un supuesto “crecimiento verde”, siempre en la confianza de que las innovaciones tecnológicas permitirán gestionar y reducir los costes. Entre tanto, la relación depredadora con la naturaleza sigue su curso y todos los escenarios de riesgo se precipitan, con un mensaje claro y contundente: no hay tiempo. Las recetas cuyo núcleo es la competitividad, como motor de funcionamiento de las economías, agravan el problema…la lógica de las cantidades -más producción, más recursos- no es viable.

En segundo lugar, la verdadera acepción de la competitividad la encontramos en la esfera de la economía política. Se persigue ese objetivo en un contexto de abierta impugnación por parte de los poderosos de las políticas redistributivas, de acoso y derribo de los estados de bienestar, de fractura de los equilibrios sociales en beneficio del capital, de debilitamiento o ausencia de espacios de negociación colectiva, de libertad sin restricciones en lo que concierne al movimiento transfronterizo de capitales… No estamos, pues, ante un elegante debate académico. En estas coordenadas, el objetivo competitivo conduce, inexorablemente, a presionar sobre los salarios, pero no sólo; también presiona sobre la naturaleza y las instituciones.

No es de recibo seguir aceptando el discurso de la competitividad “buena”, la que apuesta por la innovación, frente a la “mala”, que se articula alrededor del pack salarios/costes/precios bajos. Las economías de los “países modelo”, sus progresos, no se pueden entender sin la confiscación y la degradación de las periferias. Tampoco podemos cerrar los ojos ante las “empresas de éxito”, cuyo modelo de negocio se basa a menudo en salarios bajos, en ritmos de trabajo y jornadas extenuantes o en la subcontratación con firmas que ignoran los derechos laborales más básicos.

Discutamos sobre las carencias del denominado “modelo alemán”, por supuesto. El debate europeo no es debate sin introducir este tema en la agenda; las proclamas hacia más Europa lo ignoran y lo ocultan. Pero seamos conscientes de que los problemas estructurales que urge enfrentar, como el de la competitividad (que Alemania simboliza como nadie) nos hablan de un capitalismo, europeo y global, y de unos grupos dominantes que, si nadie lo remedia, nos llevan directamente al colapso.

 

Modelo alemán. Represión salarial y competitividad

A menudo se afirma que la clave de la ganancia competitiva de la economía alemana reside en la política de represión salarial, llevada a cabo primero por la administración de Gerhard Schröder y después por los diferentes gobiernos presididos por Angela Merkel. El objeto de las páginas que siguen a continuación es verificar si, en efecto, ese ha sido el nudo gordiano de la ventajosa posición de Alemania en los mercados europeo y global.

Modelo-aleman-represion-salarial-competitividad-F.Luengo

Competitividad del «modelo alemán»

La contención salarial y los ajustes en las plantillas han proporcionado un plus competitivo a la economía de Alemania, que precisamente se caracteriza por tener un marcado perfil exportador.

En la industria manufacturera, el aumento de los salarios en los años de precrisis apenas superó el de los precios. Entretanto, el avance obtenido en la productividad fue sustancial, alimentado tanto por un rápido crecimiento del Producto Interior Bruto como por la caída del empleo. El resultado conjunto de la moderación salarial y la destrucción de puestos de trabajo en la industria manufacturera ha sido un sustancial retroceso en la participación de los salarios en el valor añadido por las manufacturas. Sigue leyendo

¿Bajar los salarios para aumentar la competitividad? NO

La reducción de los costes laborales está abriendo posibilidades de negocio a las empresas, fruto de la mejora en la competitividad-precio. No en vano el peso de los salarios en la renta nacional se ha reducido -acentuándose una larga tendencia, muy anterior al estallido de la crisis-, ganando importancia los beneficios. Pero, en mi opinión, una estrategia exportadora sostenida en la moderación salarial no sólo es inviable sino que también es contraproducente, por varias razones. Sigue leyendo

Devaluación salarial y estrategia exportadora en la economía española

Las políticas de ajuste salarial se han justificado y aplicado con el objetivo de hacer a la economía española (y a las economías periféricas, en general) más competitiva. Con ellas se trataba de corregir a la baja la evolución alcista de los costes laborales unitarios (CLU), cuyo crecimiento en los años previos a la crisis –según el planteamiento del mainstream- estaría en el origen del continuo aumento del déficit de la balanza comercial. Este desequilibrio habría propiciado un desbordante aumento de la deuda externa, finalmente insostenible, que culminó en el crack financiero. Sigue leyendo

No somos más competitivos bajando los salarios

Uno de los axiomas básicos que han justificado las políticas de represión salarial plantea que son necesarias para reforzar la competitividad externa.

En trazos gruesos, la lógica que sostiene esa afirmación puede resumirse así. Como los costes laborales son esenciales en la formación de los precios, su contención repercute positivamente sobre éstos, lo que sitúa a las empresas en mejores condiciones que sus rivales para colocar en el exterior los bienes y servicios que producen. El ajuste en los precios ofrece una ventaja competitiva que refuerza las capacidades exportadoras, traduciéndose en mayores cuotas de mercado

No somos más competitivos bajando los salarios

¿Bajar los salarios para aumentar la competitividad? NO

La reducción de los costes laborales está abriendo posibilidades de negocio a las empresas, fruto de la mejora en la competitividad-precio. No en vano el peso de los salarios en la renta nacional se ha reducido -acentuándose una larga tendencia, muy anterior al estallido de la crisis-, ganando importancia los beneficios. Pero, en mi opinión, una estrategia exportadora sostenida en la moderación salarial no sólo es inviable sino que también es contraproducente, por varias razones. Sigue leyendo

La competitividad basada en los salarios

Aceptemos por un momento que la mejora de la competitividad de nuestra economía debe ser el objetivo central de la política económica. Es lógico preguntarse por la llave maestra que abrirá las puertas del mercado global. La contestación es conocida, es uno de los mantras más mediáticos: la devaluación interna (eufemismo número 1), la moderación salarial (eufemismo número 2), la reducción de los salarios y la sobreexplotación de la fuerza de trabajo (la verdad, sin eufemismos, sin trampa ni cartón). Leer todo el texto en pdf La competitividad basada en los salarios